16.12.09

La risa de los otros

No sé porque se dice “me reí como loco”.
Los locos y sus risas son impredecibles. Pueden reírse a carcajadas o pueden sacudir todo el estómago, el diafragma, y apenas abrir los labios sin largar ningún sonido. Pueden taparse la boca y poner los ojos chinos o morderse los dedos de la mano para cortar la risa nerviosa. El punto es que no se ríen todos igual porque no hay un sólo tipo de locura. No es que uno llega al psiquiátrico con el pariente del que toda la familia sospecha que el saquito blanco con las mangas de dos metros le va a quedar bárbaro y le dicen: “déjelo acá que la prueba dio positivo. Aparecieron las dos rayitas azules: este hombre está completamente loco”. No. La locura no tiene límites. Es la soledad, son los celos, es el miedo, la razón, la genialidad, el narcisismo, la felicidad, o lo que sea, llevado al borde, corrido totalmente del eje de la realidad. No importa si es una forma de vida, si los locos la pasan bien o mal dentro de su mambo, lo que quiero decir es que son distintos tipos de locura que generan risas de los más diversos colores.
Yo, en cambio, diría “me reí como un ciego”.
Pero no cualquier ciego, tiene que ser un ciego de nacimiento. Cuando miro a un ciego reírse se me ponen las manos verdes de la envidia, y distingo perfectamente si nació sin ver nada o es un impostor. Es que una persona que no vio nunca nada, no le preocupa quedar lindo, mostrar sus dientes perfectamente alineados con el suave reflejo de los labios húmedos. No, las pelotas. El ciego se caga de risa: tira los labios para cualquier lado, baja los ojos, pone la nariz gorda, sacude la cabeza, muestra los huecos sin dientes porque no sabe (y creo que no le importa) como se ve ante los demás. Piensen en las viejas que se tapan la boca para reírse porque les falta una muela. ¡¿Qué carajo tiene que ver la risa con el hueco en una encía?! No sé. Se lo preguntaría a un ciego para que se ría, a ver si logro hacer que se le deforme toda la cara y me eneseñe así, a ver un poquito más allá.

16.11.09

La complicidad de los lunes

El lunes es el día cómplice de la semana. En la Editorial (y en todos lados) sabemos que ayer fue domingo, que no nos acordamos muy bien de lo que pasó el viernes y que faltan cinco días para el próximo fin de semana. En el trabajo, sólo los obsesivos, la gente sin sentimientos y los nuevos son capaces de preguntarte algo de lo que se habló el jueves. Lo cierto, es que no me acuerdo y no me importa lo que hice el jueves en la Editorial.
Yo, como todos, quiero hablar del gol que metí ayer, de la pelicula que me dejó un poco triste, de la bandada de trescientos pájaros que me cruzó a la altura de Luján cuando empezaba a hacerse de noche en mi bicicleta. Quiero hablar de cómo los pájaros ahorran energía volando en forma de "v" y de por qué la bondiola de la costanera es la mejor bondiola de Buenos Aires. Quiero que me expliquen cómo un paquete de Tulipán puede terminar flotando al lado de un aerosol vacío en la costa del Río de la Plata. Quiero que me digan por qué tiemblo en el entretiempo de un partido de fútbol y depués de hacer el amor. Quiero contar que los viajes y el arte son alimento para el cuerpo. Quiero defender a las liebres, jurar que no son tan miedosas como se cree. Quiero mostrar mis manos rosadas con mil rayas que la cruzan. Quiero pensar en las ventajas del buen tiempo y del amor.
Lo que más quiero ahora es seguir escribiendo esto pero los obsesivos, la gente sin sentimientos y los nuevos, ya empiezan a olvidar su fin de semana. Una mala noticia para un verdadero cómplice de los lunes como yo.

10.11.09

Creer o troquelar

Me regalaron todo un talón con 100 entradas para un evento que ya pasó, para usarlo del lado no impreso como papel para anotaciones. Lo maravilloso de esto es que cada entrada tiene tres partes ¡divididas por dos troquelados! Si me siguen el razonamiento (esto huele a Paenza) entenderán que tengo 200 cortes para disfrutar como yo más prefiera. Así que, una vez al día dejo todo lo que estoy haciendo y me dedico a cortar una entrada en tres partes. Un placer que me regalo.

No pude terminar de escribir la entrada y tuve que troquelar un poco. La verdad, estoy confundido. Tengo miedo de llegar un día a la Editorial antes de las nueve y troquelar todo el talón, y todavía con ganas, empezar a troquelar talones ajenos riéndome sin parar, y después salir corriendo y gastarme toda la plata en viejas resmas de papel, robar a mi familia y a amigos y comprar talones a cualquier hora de la noche en negocios abiertos las 24 hs. y finalmente dejar mi trabajo, a mi novia, la escritura, el fútbol, para pasar mis días en una plaza con la barba larga de meses y la ropa deshecha, sin zapatos, hablando solo y jurando por dios y la virgen, agitando el cartón de un taloncito de rifas en la mano, que yo, Leandro Lama, así como me ven, hasta hace no mucho tiempo cortaba las entradas en los partidos que se jugaban en River, y las de los recitales que se hacían en Velez. Si hasta alguna vez, le corté la entrada a famosos como Susana y Teté Custaró, y hasta fui homenajeado con un diploma de la Legislatura por mi desempeño. Si, así como me ven, yo soy un ciudadano ilustre de esta ciudad, con sello y firma, señores.

Si me ven llegar a este punto, me avisan.

Gracias.

5.11.09

Sembrar

“Lo que no se mide, no se controla. Lo que no se controla, no se gestiona. Lo que no se gestiona no se mejora”.
Esto estaba escrito en un pizarrón del área comercial.
Miré la frase y pregunté a los cinco o seis Comerciales que había en la habitación:
-¿quién escribió esto?-
-yo- contestó uno. Medio pelado, cincuentón, charlatán. Es un buen tipo. Me dice “Pascual”.
-ah- dije en voz baja.
-…-
-yo quiero escribir una ¿hay un marcador?-
-si, pero azul. El negro no está-
Tomé el marcador y me quedé mirando el pizarrón.
-¿qué vas a escribir?- me preguntó.
-no sé-
-ah… pensé que ya tenías una-
-no- le contesté.
Me quedé unos segundos mirando la alfombra hasta que escribí:
“En tren con destino errado se va más lento que andando a pie” ( es de Drexler).
Leyó la frase y me miró con una cara que hasta ese momento no le conocía. No sé si le gustó o le sirvió para algo. Parecía asombrado.
Hoy, una semana después, fui al área Comercial y me llevé una linda sorpresa. La frase que escribí todavía está, y debajo de la frase del comercial apareció una flor.
Me siento la raíz de esa flor.



Mirá vos...

1.11.09

El Ciclo editorial

En la Editorial el tiempo no existe. Por lo menos no existe en la forma en que lo conocemos. Acá el tiempo se mide en ejemplares mensuales de la revista, y cada período cuenta con cuatro momentos, cuatro semanas muy distintas entre sí. Cundo termina, el ciclo mensual vuelve siempre al principio.

Empieza el mes y uno puede encontrar Redactores y Comerciales fumando y riéndose en los huecos más raros del edificio; el Director pasea por las rutas argentinas, visita a amigos y familiares en las provincias más alejadas de la Capital. Los Editorialistas más viejos aprovechan la ausencia del Director para quedarse durmiendo en sus casas. Durante esta Primera Semana, los Redactores que van a la Editorial se enteran de las cosas más absurdas ya que al estar sin tareas, pueden recorren hasta el rincón más desolado de la peor página de Internet.

En la Segunda Semana del Cíclo mensual los Redactores y Comerciales siguen fumando pero lo hacen entre una tarea y otra. El Director continúa su viaje pero generalmente anda cerca de la Ciudad por si tiene que solucionar algún tema imprevisto. Es común que llame por teléfono a las Editoras para dar indicaciones precisas. Los Editorialistas más viejos siguen en sus casas.

En la Tercer Semana los Redactores y los Comerciales ya no fuman juntos, y si fuman en algún momento, no lo disfrutan del todo porque deben una llamada a una empresa o a un funcionario. El Director por fin llega a la Editorial: desde su oficia da órdenes, pero al estar desbordado por la cantidad de notas y avisos que todavía faltan cerrar, confunde los nombres de las Redactoras con el de las Comerciales, más sueltas y provocativas por naturaleza. Los Editorialistas más viejos, ya en la Editorial, leen los mails de la última quincena y se quejan del sofocante calor.

A penas se menciona la Fecha de cierre. La producción sigue un ritmo parejo y las notas llegan lentamente a “Diseño”.

Durante la Cuarta Semana, la última del Ciclo, se puede ver a los Redactores paralizados contra una ventana, corriendo hacia “Diseño” o leyendo desesperadamente, sobre un escritorio, los números anteriores de la revista para conseguir algo de inspiración. Los Comerciales suben por las escaleras golpeando papeles contra las paredes. Hablan con más de veinte clientes por día y apenas tienen tiempo para chequear sus mails. Durante el “Cierre”, al Director se lo ve espléndido. Da órdenes; feliz de tener la última palabra, se mueve como una estrella de Rock por todos los pisos. No es siempre fácil ubicarlo ya que puede organizar almuerzos que le llevan toda la tarde. En este período, los Editorialistas más viejos suelen encerrase en los baños o inventar toda clase de pretexto para llegar antes a sus casas.

Es en “Diseño” donde termina todo. Las notas escritas, volcadas en una carpeta común, son levantadas por los Diseñadores que mientras trabajan toman los mates lavados que les ceban los Redactores mientras supervisan su tarea. Nadie se va hasta que la revista cierre. A penas se puede comer unas empandas en algún receso o un cortado sin azúcar. Las ojeras en todas las caras, los insultos más fácil que de costumbre, y la improvisación del último momento. Antes del cierre siempre se baja un aviso, una empresa que al final no tiene recursos para publicidad, pero no importa, se rellena con alguna nota sobre la Editorial. Todos desanimados, o más eufóricos que nunca. Siempre alguien durante esta semana se replantea su trabajo mientras se prepara un mate cocido en la cocina del tercer piso a las siete y media de la tarde. Finalmente se termina la última nota, se manda la revista por mail y cada uno se va sabiendo que mañana nuevamente, como pasa después de cada cierre, no va a tener nada que hacer.

Se imprime.

19.10.09

El pie, el enemigo natural del periodista

No puedo contar las veces en las que estoy durante una, dos, tres horas trabajando en un artículo usando el “bloc de notas” (una mala y vieja costumbre), hasta que mi pie, desestimando mis órdenes que le indican que se quede quitito en el lugar, en venganza a vaya a saber uno qué golpe contra cuál mesita ratona, se abalanza rencoroso sobre el cable de la PC, cortando la energía que alimenta a la computadora y al monitor.
Se los juro. Ni los políticos, ni los gremios, ni la línea editorial. La censura más obscena nace en nuestros pies.

13.10.09

Los 25 metros con obstáculos

Como en cualquier lugar en el que hay muchos teléfonos, para poder diferenciarlos y no volverse loco, los timbres que suenan todo el día en la Redacción son distintos. Sólo las editoras, obsesivas por naturaleza, distinguen perfectamente los cambio de tono o intensidad. Ellas saben siempre qué teléfono está sonando. Como ya les comenté, la redacción está al lado de Diseño y Diseño al lado del estudio de Radio. El problema es que la encargada de Radio, tiene el escritorio en la Redacción (hice un diagrama para simplificar toda esta palabrería). Además el estudio de radio siempre se cierra con llave.
Aquí se produce el fenómeno. Todos sentados, alguien camina con papeles en la mano, otros en Diseño comentan una tapa, o hablan de sus hijos, y de pronto: -¡Ring!- . Ya todos saben de dónde viene: -¡Radio, Radio!- gritan sin dejar lo que están haciendo. Entonces la productora-redactora se aventura en una corrida esquivando sillas, escritorios, puteando al aire. Las llaves se le patinan de las manos y rebotan contra el zapato de un diseñador. Las levanta, corre hasta la puerta, el último obstáculo, logra destrabar la puerta, abre, y el teléfono deja de sonar. Siempre deja de sonar.
Esto pasa por lo menos una vez a la semana. En general es gente de afuera que quiere hablar con ella, a veces somos nosotros que no nos cansamos de verla correr.
Ahora ya saben, si un día vienen a la Editorial no se olviden de gritar “Radio, Radio” si es que disfrutan, tanto como nosotros, de ver a esta redactora correr hacia ningún lado.




Infografía: el círculo es la redactora, lo rojo el teléfono.